24 de abril
Un milagro es la concreción de un absurdo.
Cuando ocurre, lo utópico se torna posible.
El valle estaba en silencio.
Las palmas aplaudieron.
Los dedos chasquearon.
Un velo cubrió la luna llena,
y sobre el cielo refulgente la sombra cruzó borracha.
Los vientos silbaron su irrepetible canción
con desenfreno
sobre los sordos oídos del agotado páramo.
Ajenos,
a tanta exaltación,
en la soledad del abandonado erial,
los restos de una casa fortalecían el olvido.
Las ventanas,
sorprendidas por la impronta ráfaga,
abrieron los postigos permitiendo,
al insensible soplo, hollar lo una vez infranqueable.
El florero trastabilló y rodó
por la mesa sin que nadie lo asiera.
Unas flores marchitas se deshicieron,
y el aire arremolinó lo último del porte.
El tapiz se agitó y el verbo
oculto en las sombras despertó de la apatía.
Las hebras de lana descoloradas,
de la matriz original intentaron,
en vano de recobrar el brillo.
El florero invocó el tinte y los perfumes de otros tiempos.
Eran los obstinados espectros de la memoria
que querían trascender al deterioro.
Céfiro continuó,
incesante,
meciendo al tapiz que,
en el zigzagueante baile,
perdió el sostén
y cayó herido sobre el suelo.
Una tenue mota de polvo elevó sus plegarias
El florero, empujado por la brisa, giró con frenesí,
y se zambulló con violencia.
El estilizado cuerpo se hizo añicos contra el piso.
¿Y habrá sido el azar,
el que hizo que todas las diminutas partes quedaran prendadas en el tapiz?…
Lo cierto es que ahí, en medio de la tempestad,
entre relámpagos y truenos,
el tapiz y el florero hermanaron sus recuerdos,
como antes del comienzo del genocidio impune,
cuando manos artesanas daban entidad a sus formas,
cuando la risa de los niños vestía al silencio con sus mejores atuendos,
Cuando la vida sobresalía alrededor de los callados sueños…
En realidad los milagros no existen,
y en el vuelo eterno las luciérnagas
se queman en su propio destello.
Juan Nahabedian (2011) - Argentina
Cuando ocurre, lo utópico se torna posible.
El valle estaba en silencio.
Las palmas aplaudieron.
Los dedos chasquearon.
Un velo cubrió la luna llena,
y sobre el cielo refulgente la sombra cruzó borracha.
Los vientos silbaron su irrepetible canción
con desenfreno
sobre los sordos oídos del agotado páramo.
Ajenos,
a tanta exaltación,
en la soledad del abandonado erial,
los restos de una casa fortalecían el olvido.
Las ventanas,
sorprendidas por la impronta ráfaga,
abrieron los postigos permitiendo,
al insensible soplo, hollar lo una vez infranqueable.
El florero trastabilló y rodó
por la mesa sin que nadie lo asiera.
Unas flores marchitas se deshicieron,
y el aire arremolinó lo último del porte.
El tapiz se agitó y el verbo
oculto en las sombras despertó de la apatía.
Las hebras de lana descoloradas,
de la matriz original intentaron,
en vano de recobrar el brillo.
El florero invocó el tinte y los perfumes de otros tiempos.
Eran los obstinados espectros de la memoria
que querían trascender al deterioro.
Céfiro continuó,
incesante,
meciendo al tapiz que,
en el zigzagueante baile,
perdió el sostén
y cayó herido sobre el suelo.
Una tenue mota de polvo elevó sus plegarias
El florero, empujado por la brisa, giró con frenesí,
y se zambulló con violencia.
El estilizado cuerpo se hizo añicos contra el piso.
¿Y habrá sido el azar,
el que hizo que todas las diminutas partes quedaran prendadas en el tapiz?…
Lo cierto es que ahí, en medio de la tempestad,
entre relámpagos y truenos,
el tapiz y el florero hermanaron sus recuerdos,
como antes del comienzo del genocidio impune,
cuando manos artesanas daban entidad a sus formas,
cuando la risa de los niños vestía al silencio con sus mejores atuendos,
Cuando la vida sobresalía alrededor de los callados sueños…
En realidad los milagros no existen,
y en el vuelo eterno las luciérnagas
se queman en su propio destello.
Juan Nahabedian (2011) - Argentina
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