Fethiyeh Cetin (a la derecha) durante la presentación patrocinada por la Fundación Civilitas. Acompaña a la disertante, la actriz Arsineh Khanjian |
Nota de Gayaneh Mkrtchyan
Cronista de ArmeniaNow
28.9.2012
Traducción libre del inglés: Violeta Balián
Fethiye Cetin es una mujer turca, abogada, escritora y defensora de
derechos humanos. Es también la autora
de “Mi abuela” una memoria personal en la que afirma que cuando Hranush, su abuela
armenia de 70 años le habló de sus
raíces tuvo la impresión de que la mujer se aliviaba de la gran carga que
había llevado sobre sus débiles hombros por
muchísimos años. Y que cuando
hacia el final de su vida le confió todo lo que había guardado
en las profundidades oscuras de su memoria, la abuela, en efecto, “vaciaba su alma” porque hablar de ello le suavizaba el dolor. Fue ese legado que inspiró el primer
libro de su nieta.
“Nuestra gente suele decir que para librarse de
un peso hay que hablar de él. Mi abuela se fue sacando ese peso de encima cuando encontró otras mujeres con historias similares a la de ella con las que cerraba la puerta y hablaba por horas. En aquellos tiempos yo no me daba cuenta de lo terrible y difícil que era esa experiencia, esa historia. Aun así me siento afortunada por haberme enterado
de la verdad”, dijo Cetin la semana pasada cuando asistió a la reunión que
organizó la Fundación Civilitas, a cargo de “Up
de Hill” (Subiendo la montaña) un proyecto armenio-turco.
La abuela de Cetin tuvo muchos nietos. Sin embargo, le confió su historia únicamente
a Fethiye y por una simple razón: “Yo tenía
24 años, era socialista, con posturas antigobierno y manifestaba mis objeciones abiertamente. Ella confiaba
en mí", dice Cetin. Y cuando años más tarde, los sobrinos de su abuela la invitaron a
visitar los Estados Unidos, Cetin tuvo la oportunidad de poner un ramo de flores en la tumba de los abuelos de ellos diciendo: “Les pido perdón
en nombre de todos aquellos que les infligieron tanto dolor, y dividieron
nuestra familia.”
Fethiyeh Cetin se considera culpable aunque haya sido una prisionera política y abogada de Hrant Dink. “No fui una
participante directa de las masacres de 1915 pero continué la política de la negación,
y me mantuve callada aun después de haber descubierto mucho más. Entonces escribí este libro. Cuando lo escribía, lloraba todo el tiempo:
escribir y llorar, un proceso
terapéutico. Escribir me
hacía sentir mejor. De pronto, todo eso que escribí, lo puse a un lado y no pude leerlo por mucho tiempo. Como un maratonista que ha terminado de correr y está
tan cansado que ni siquiera puede ver,”recuerda Cetin. Hasta que un día escuchó a uno de los políticos turcos
referirse a la política de la negación y sin perder un minuto más le envió su
libro a un editor. “Mi abuela” se
convirtió en la razón y la oportunidad para que muchos ciudadanos turcos se animaran
a revelar que su abuela o abuelo habían sido armenios; les ayudó a redescubrir su identidad armenia.
Hranush Gadaryan, la abuela de Cetin, nació en Harpap pero se la conocía como a una turca musulmana.
Nadie sabía que ella había sido testigo y sobrevivido las atrocidades
del genocidio armenio. Antes de morir le
confesó a su nieta que había nacido armenia y cristiana. Los soldados turcos que la arrebataron de sus padres (a quienes mataron) la entregaron a un oficial del ejército que se la llevó a su casa y la crió como una musulmana, y le dio un nombre turco, Seher.
Por el otro lado, los padres de Fethiyeh Cetin murieron prematuramente y ella fue criada por sus abuelos.
“Eramos una familia
musulmana" cuenta Cetin. "Vivíamos en una de las aldeas
de Diyarbakir. Jamás leí la historia de mi
abuela ni sus páginas vergonzosas en un libro de texto de la escuela.
Ingresé a la facultad de derecho consciente de que negar las masacres era un pecado grave,
con el que insultábamos aun más a los que sufrieron. Y reconocí que la verdad que buscaba, estaba a la mano, en la
historia que me había contado mi abuela y que debía luchar por los derechos de los armenios y
otras minorías étnicas de Turquía," expresó,
agregando que no tiene miedo de hablar en defensa de los armenios en
su país, mucho menos abiertamente.Por el otro lado, los padres de Fethiyeh Cetin murieron prematuramente y ella fue criada por sus abuelos.
Niñas armenias en Turquía (1915) |
“Con tener miedo no se resuelve nada. Si tu causa es justa y luchas por la justicia, te atendrás a las consecuencias. ¿Qué es lo peor que me puede
suceder? Que me quiten la vida. Pero, si peleas por la justicia y tienes un
objetivo, tu cuerpo no es tan importante y no habrá ninguna diferencia en morir ahora o diez años más tarde. Como vivo con este peso encima considero que lo correcto es pelear”, afirma Cetin.
Poco después de publicar su libro, Cetin recibió una llamada
de la aldea de Harpap. Un joven abogado la invitaba a visitar el
lugar. Las únicas reliquias que quedaban
de los armenios que una vez poblaron el lugar eran unos manantiales secos que demostraban
sus peculiares soluciones arquitectónicas. Cabe destacar lo siguiente. Hoy en día los manantiales de Harpap se han restaurado gracias a la
iniciativa de la Fundación Hrant Dink. Y
hay más, el Ministro de Cultura turco ayudó a financiar las reparaciones.
“Por los manantiales de
Harpap una vez más fluyen las aguas alegremente. Lo
hicimos por la paz de todos aquellos que
fueron masacrados o desplazados de sus
hogares. Encontré la casa de mi
abuela y planté árboles en el patio. Con
cada golpe de pala sentía como si la tierra gimiera de dolor. A los árboles les pusimos nombres:
Hranush, Khoren, Iskuhi, Hovhannes,
Armine, Lusine, Zeinab. Conversamos con los aldeanos y ellos abrieron sus corazones; se animaron a hablar de la historia y enfrentarla con
el dolor que conlleva. Todos compartimos
ese dolor,” recuerda Cetin. No sólo revivieron los manantiales sino que la gente se animó a
hablar de sus abuelos, de aquellos que
habían nacido armenios. " Poco a poco, cree Cetin, el pueblo turco aceptará los trágicos eventos
del pasado. Esto no sucederá de inmediato, y
al comienzo no será nada fácil, porque se han negado los hechos por casi un siglo. Sin embargo, ella espera que ahora que se ha abierto el camino, se facilite el proceso.
"Estoy convencida de que todo esto tendrá consecuencias
políticas. Aunque todavía no podamos cambiar la política de estado. Valoro mucho cualquier cambio que
surja de la sociedad. El gobierno podrá disculparse, pero no tendrá significado alguna mientras el ciudadano del país
comparta ese dolor. Sólo tendrá sentido
cuando la gente se disculpe voluntariamente;” afirma ella.