ARMENIA EN LA ARGENTINA
por Armando Alonso Piñeiro
Los
antecedentes.
Los armenios no han sido un
pueblo afortunado. Aunque tienen vastos
méritos para figurar con honra en la historia de la civilización (su existencia
se remonta a 35 siglos atrás; la Biblia recuerda que Noé y sus hijos
desembarcaron del Arca precisamente en Armenia y el cristianismo fue adoptado
por este pueblo en el año 287, medio siglo antes que el Imperio Romano de
Oriente bajo Constantino el Grade, diversos dominadores devastaron su
territorio a lo largo de las centurias.
Al expirar el siglo XIX, los
armenios estaban bajo el poder del Imperio otomano, y como por supuesto había
armenios en Armenia, al sultán Abdul-Hamid II no se le ocurrió mejor solución
que organizar varias masacres en el período 1894-1896 para eliminarlos
físicamente del territorio que Turquía detentaba. En esos eficaces operativos murieron
trescientos mil armenios.
El problema no mejoró en los
primeros años de este siglo, sino que se complicó con el estallido de la
primera guerra mundial. En 1915 los
turcos llevaron a cabo nuevas y mortíferas matanzas, en lo que se conoce como
el primer genocidio del siglo XX.
Historiadores contemporáneos -
caso de Arnold Toynbee- han condenado vigorosamente estos hechos, premonitorios
de la “solución judía” instrumentada por el nazismo hitleriano veinticinco años
después.
En 1918 la situación
internacional parecía facilitar las cosas.
Se constituyó el Estado Armenio con los territorios que había ocupado
Rusia, de manera que el 28 de mayo se proclamó la independencia. Un año después, también el 28 de mayo (aquí
la fecha nacional), el territorio se amplió con las provincias armenias hasta
entonces en poder de Turquía. El Tratado
de Sèvres, del 10 de agosto de 1920, legalizó este moderno renacimiento de
Armenia.
Pero apenas si la nueva
situación duró unas pocas semanas. Las
ambiciones soviéticas por un lado y las turcas por otro – ambas a la caza de nuevos
territorios – hicieron olvidar prontamente los pactos internacionales. Las potencias europeas signatarias del
Tratado de Sèvres, además, olvidaron también sus compromisos. Y mientras los turcos cañoneaban la llamada
Armenia turca, los soviéticos hacían lo propio con la otra región, proclamando
la República Socialista Soviética de Armenia.
El
neutralismo de Yrigoyen.
En los debates de la Sociedad de
las Naciones celebrados en 1921 el problema continuó agitándose. En general se sostenía que los armenios tenían derecho a poseer un
hogar propio. Pero el delegado turco,
Ismet Pashá, comparó el problema con el caso judío, negando la posibilidad de
que los armenios volvieran a su tierra.
“¿Veis el difunto Hogar Judío en Palestina? Nadie va a construirlo”,
ejemplificó quien evidentemente no tenía demasiadas dotes de clarividencia.
Ismet Pashá (1873-1928) |
En esos tempestuosos debates
comenzó a delinearse cada una de las posiciones en pugna. Los soviéticos afirmaron que Moscú estaba
dispuesta a integrar Armenia, bajo el
símbolo de la hoz y el martillo. Los
franceses propusieron que se creara una zona para los armenios cerca de
Siria. Los turcos trataron de conciliar
simpáticamente las cosas sugiriendo que no había nada que impidiera la
formación de un Estado armenio..., siempre que no fuera dentro de los límites
armenios...
“Una pintoresca nota, si todo el
asunto no fuera en trágico – afirma una publicación oficial armenia -, la dio
la sugerencia del delegado inglés Montgomery de que puesto que los turcos no
aceptarían jamás el Hogar Nacional, se insistiera en que éste se creara en
Brasil o en la Argentina. Esta absurda
iniciativa, fruto seguramente de la primitiva idea sionista en tal sentido, ya
descartada, y fundada en la asimilación del caso armenio al judío en que los turcos
no insistían, no tuvo ningún resultado “ El
tratado de Sèvres y la cuestión armenia, Buenos Aires, 1970, p.57.
Objetivamente, hay que reconocer
que la idea de establecer el Estado Armenio en territorio argentino no era
original del delegado británico. El político turco Ahmed Djevdet Bey
escribió: “Si los armenios no quieren
vivir en absoluto con nosotros, pueden irse a la Argentina y allí establecer su
población”. Y añadía alegremente: “Que sigan el ejemplo de los judíos, que
viven tan felices sin reclamar ningún privilegio nacional”. Djevdet Bey consideraba que la cuestión
armenia estaba bellamente superada: “Así se han librado de un dolor de cabeza
los turcos, las grandes potencias y los armenios”, era su conclusión.
Hipólito Yrigoyen Presidente de Argentina (n.1852 y m.1933) |
Lamentablemente, no hay demasiados antecedentes sobre el
pintoresco proyecto de una Armenia argentina – sin descartar que este atractivo
tema pueda suscitar tentadoras investigaciones -, pero los armenios
reaccionaron siempre contra la peregrina posibilidad. “Como se ve – explican en el libro ya citado
-, los dirigentes turcos no trepidaban con absoluta insolencia – seguros de que
sus palabras nunca serían difundidas en este continente – en regalar
burlonamente a sus víctimas armenias, territorios argentinos, sea directamente
o por medio de delegados de otros países”.
Suele olvidarse, sin embargo,
que la Argentina fue propuesta en la Liga de las Naciones como mandataria de
Armenia. En esos momentos nuestro país
no estaba adherido aún a la entidad internacional, porque había aquí una fuerte
resistencia a la afiliación. Gobernaba
la Argentina el radicalismo, con Hipólito Yrigoyen en la Casa Rosada, cuyo
neutralismo internacional era proverbial.
Pero como lo acaba de señalar una historiadora norteamericana, fue la
probabilidad de la designación argentina como mandataria de Armenia “lo que en
realidad convenció a ese ámbito (el de los políticos y hombres de negocios)
para apoyar el movimiento popular en favor de la unión con la Liga” (Jane Van
Der Karr, La primera guerra mundial y la
política económica argentina, Buenos Aires, 1974).
Nuestro país se adhirió oficialmente
a la precursora de la UN el 12 de julio de 1919. No obstante, a fines de ese año la Casa
Rosada se negó a aceptar el mandato sobre Armenia, basándose aparentemente en
razones exclusivamente financieras: la
administración de Armenia iba a constituir una pesada carga económica. Personalmente, juzgamos que el problema era
más complejo: el radicalismo no deseaba complicaciones internacionales, un
desenlace que no iba a poder evitarse.
Capítulo
extraído de
Alonso Piñeiro, Armando: La historia argentina que muchos argentinos no conocen, 4ª. Edición, Buenos Aires, 1983.
Armando Alonso Piñeiro, Premio Konex 1987
Nació el 21/08/1934. Historiador, lingüista, filólogo y periodista. Fundador y Director, desde 1981, de la Revista-Libro Historia. Director de Ediciones AP y, desde 1976, del Estudio Alonso Piñeiro (consultores en comunicaciones profesionales).Miembro de la Academia Nacional de Periodismo. Presidente del Consejo Argentino de Estudios Económicos, Jurídicos y Sociales. Presidente del Observatorio Argentino de Comunicación Social. Presidente de la Academia Argentina de Arte y Ciencias de la Comunicación (1990-2007). Autor de más de 90 libros. Realizó más de 80 viajes al exterior de los cinco continentes. Participó en congresos nacionales e internacionales y realizó investigaciones históricas en Buenos Aires, Washington, Indiana, Londres, Bonn, Estocolmo, Madrid, Sevilla, Cartagena de Indias, Las Palmas, Bucarest y Budapest. Fue premiado en 140 oportunidades por organismos nacionales e internacionales.
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