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martes, 24 de abril de 2012

Recordando el genocidio armenio

24 de abril

 
Un milagro es la concreción de un absurdo.
Cuando ocurre, lo utópico se torna posible.

El valle estaba en silencio.
Las palmas aplaudieron.
Los dedos chasquearon.
Un velo cubrió la luna llena,
y sobre el cielo refulgente la sombra cruzó borracha.
Los vientos silbaron su irrepetible canción
con desenfreno
sobre los sordos oídos del agotado páramo.
Ajenos,
a tanta exaltación,
en la soledad del abandonado erial,
los restos de una casa fortalecían el olvido.
Las ventanas,
sorprendidas por la impronta ráfaga,
abrieron los postigos permitiendo,
al insensible soplo, hollar lo una vez infranqueable.
El florero trastabilló y rodó
por la mesa sin que nadie lo asiera.
Unas flores marchitas se deshicieron,
y el aire arremolinó lo último del porte.
El tapiz se agitó y el verbo
oculto en las sombras despertó de la apatía.
Las hebras de lana descoloradas,
de la matriz original intentaron,
en vano de recobrar el brillo.
El florero invocó el tinte y los perfumes de otros tiempos.
Eran los obstinados espectros de la memoria
que querían trascender al deterioro.
Céfiro continuó,
incesante,
meciendo al tapiz que,
en el zigzagueante baile,
perdió el sostén
y cayó herido sobre el suelo.
Una tenue mota de polvo elevó sus plegarias
El florero, empujado por la brisa, giró con frenesí,
y se zambulló con violencia.
El estilizado cuerpo se hizo añicos contra el piso.
¿Y habrá sido el azar,
el que hizo que todas las diminutas partes quedaran prendadas en el tapiz?…
Lo cierto es que ahí, en medio de la tempestad,
entre relámpagos y truenos,
el tapiz y el florero hermanaron sus recuerdos,
como antes del comienzo del genocidio impune,
cuando manos artesanas daban entidad a sus formas,
cuando la risa de los niños vestía al silencio con sus mejores atuendos,
Cuando la vida sobresalía alrededor de los callados sueños…
En realidad los milagros no existen,
y en el vuelo eterno las luciérnagas
se queman en su propio destello.

Juan Nahabedian (2011) - Argentina


lunes, 23 de abril de 2012

LIBROS

Presentación de la novela El Expediente Glasser de Violeta Balián.


La Fundación Mujica Lainez convocó el pasado sábado 21 de abril de 2012 a la presentación de la novela El Expediente Glasser de la escritora argentina Violeta Balián (Crónicas Armenias) en el auditorio Ana Alvear de Mujica Lainez de La Casa de Mujica Lainez ubicada en Cruz Chica, Sierras de Córdoba.


 
En la foto: Violeta Balián leyendo un fragmento de su obra al público en concurrencia,  La autora aparece acompañada por los miembros del panel  de presentación (de izquierda a derecha) Lilian de Melo, Guillermo Cucullu y Julieta Beredjiklian.



La escritora argentina Violeta Balián (creadora de Crónicas Armenias ) firmando
un ejemplar de su novela El Expediente Glasser en ocasión de la Feria Internacional del Libro
(Buenos Aires) el domingo 6 de mayo de 2012.





domingo, 1 de abril de 2012

LOS DRAGONES del MONTE ARARAT

Existe un parentesco cercano entre el dragón  y la serpiente.  No sólo se asemejan en sus formas sino que comparten algunos aspectos míticos como la sangre del dragón, las piedras del dragón o la serpiente y, los huevos, estos últimos, talismanes de gran valor que aparecen en todas las culturas y en todos los tiempos.  En el caso de los dragones, aparecen como seres corpóreos, que poseen también una buena dosis de lo fantasmal y lo demoníaco.     Y de los dos, el dragón es, obviamente el personaje más monstruoso o demoníaco, particularmente cuando la mente humana lo asocia con espíritus malignos  tal como lo evidencian algunas creencias que afirman que un dragón puede introducirse en el cuerpo humano, poseerlo y hacer que su víctima silbe.   Aún así, el dragón tiene cualidades que lo ensalzan, razón por la cual los reyes gustaban de adoptar su nombre y flamear su emblema sobre los ejércitos. 

En la lengua armenia, al dragón se lo llama Vishap, una voz de origen persa que significa “con saliva venenosa”.  Vishap calificó también a Azhi Dahaka, un dragón de tres cabezas y  figura demoníaca de la mitología persa.  Por su lado, la mitología armenia hace la distinción entre “el jefe de los dragones” y otros dragones; porque el dragón engendra y se multiplica.  Razón por la cual antiguas y bellas canciones hablan de misteriosas historias en las que un dragón y su prole  viven cerca del Massis (Monte Ararat).  O, las de un malvado dragón que secuestra a una hermosa princesa que se llama Tigranuhi que consiente al intruso. Hasta que el hermano de la princesa, el legendario rey Tigranes entabla combate con la bestia, lo mata con su lanza y rescata a la doncella.  Otra historia refiere el caso de la Reina Satenik, la hermosa y vana esposa del rey Artaxias,  a quien hechizó un tal Argavan, jefe de la tribu de los dragones, y tiene una relación amorosa con él.  La historia sugiere que Argavan  indujo a Artaxias a participar de un banquete en su honor en el palacio de los dragones.  En plena fiesta y traicioneramente, atentó contra su invitado real.   Se sabe que Artaxias escapó de la trampa con vida porque conservó a su reina infiel y murió de muerte natural.

Otras leyendas armenias cuentan que el dragón o los hijos de los dragones acostumbraban a robar niños y reemplazarlos con un pequeño espíritu maligno de su propia prole, que por lo general es siempre malvado.  Una víctima de estos dragones y Devs (seres elementales) armenios fue Artavasd, hijo del rey Artaxias, quien fue amigo de Aníbal en su exilio y fundador de  Artaxata.   Cuenta la historia que durante su corta vida,  Artavasd, se mantuvo siempre leal a sus extraños ancestros.  Hasta que un día desapareció, inesperadamente porque se arrojó por un precipicio del venerable Massis.  Los espíritus de la montaña o los mismos dragones lo recogieron y se lo llevaron con ellos. 

Vahagn matando al dragón
Arutunyan (2010)

La más importante entre todas estas leyendas es la de Vahagn, el dios armenio del fuego, los truenos y los relámpagos quien ameritó el apodo de “cosechador de dragones” por haber combatido a los dragones tal como lo había hecho Indra, la antigua deidad védica.  Los detalles de estos combates se han perdido en el tiempo,  pero se  cree que en aquellos días los dragones habrían sido los aliados de Vrtra, el espíritu de la sequía.   Además, las canciones épicas mencionan a Anush como esposa de un dragón y madre de los hijos del dragón.  Ella vivía en un barranco en el pico más alto del Massis.
Tal como los tenemos hoy en día, los registros permiten conjeturar que además del dragón había también una raza de hombres-dragones, nacidos de la unión de dragones con esposas humanas.  No se tiene certeza de ello, sin embargo, no se sugeriría nada raro ya que la historia de las creencias humanas está repleta de esos “padres serpientes” de hombres notables.  


Estatuilla de reptiloide
Cultura Ubaid (Iraq) - 4000 a.C.

Híbridos o no, los hijos del dragón moraban en el Massis y la población armenia que circundaba la montaña los consideraba extraordinarios, misteriosos y proclives a la brujería.  En realidad, los dragones representaban un verdadero terror.  Vivían en un barranco que había resultado de un terremoto  sobre la ladera del  pico más alto del Massis.   Según Moisés de Corene, el historiador del siglo V d.C., y sus colegas, Eznik y Vahram Vardapet, los dragones tenían casas y palacios en lo alto del Massis.  De hecho, fue en una de ellas que el rey Artaxas asistió al banquete mencionado anteriormente.   Se cuenta también que aunque su tamaño fuera gigantesco y se expresaran en voces terribles, su personalidad era agradable y con una buena reserva de inteligencia y poderes mágicos.  Cabe notar que no se encuentra ninguna mención de “alas” aunque Eznik señala que el Señor los “tiraba con bueyes” para salvar a los hombres de su aliento venenoso.  Y que  los dragones eran capaces de presentarse en la forma que quisieran prefiriendo hacerlo en forma humana o como serpientes, al estilo del “genio” de los árabes.  Además, ´para subsistir, hacían todo tipo de travesuras.   Por ejemplo: les encantaba la leche de las mejores vacas y con sus bestias o en la guisa de mulas y camellos acostumbraban a llevarse los mejores productos de la tierra.  Después de la cosecha los campesinos gritaban: “cuídalos, cuídalos” (¡Kal! ¡Kal!), un intento por convencerlos de que no se llevaran los granos.  O, los trataban como genios guardianes, evitando decirles:  “toma, toma” (¡Ar!  ¡Ar!).  Los dragones también pasaban hambre, comenta Vahram Vardapet.  Perseguían animales de caza mayor y ponían trampas para atrapar aves.  Esta información revela un tipo de vida similar a la de los hombres en una etapa primitiva de desarrollo, una característica que se observa entre las hadas occidentales, particularmente celtas. Y al igual que sus primos incorpóreos, los Kaches, los dragones del Massis reclamaban y custodiaban a aquellos mortales que, originalmente, habían pertenecido a su raza.  Como fue el caso de Artavasd, a quien ataron y mantuvieron en cautiverio en una cueva del Massis por temor a que se soltara y entonces dominara o destruyera al mundo.  O el caso de Alejando Magno, de quien se creía que su padre era una serpiente o un dragón; un tema favorito de los cuentistas orientales.  Entre los armenios del medioevo se afirmaba que fueron estos mismos dragones los que contuvieron a Alejandro en una botella y lo guardaron en uno de sus palacios de montaña,  cerca de Roma.  Como también al famoso rey  Ervand (cuyo nombre significa serpiente), que deambuló entre ríos y brumas cautivo de los dragones.-   Ervand debió haber sido un niño sustituido por otro al nacer o nacido de un padre serpiente.  Y se sabía muy conectado con los Devs, a quienes rendía culto y según cuenta Moisés de Corene, también era hijo de una princesa real y un padre desconocido.  Su fealdad y maldad eran proverbiales al igual que su ojo maligno cuya mirada deshacía rocas.                

Al igual que otras culturas del mundo, los armenios asociaron los violentos fenómenos meteorológicos con el dragón.   En un curioso pasaje, Eghisheh (siglo V) compara la ira de Yesdigerd I a una tormenta y al dragón en el centro de la misma.  Eznik habla de la “ascensión del dragón” con lo que aparentaban ser “bueyes en el cielo”, y esta aserción concuerda con las crónicas armenias del medioevo acerca de la “elevación” del dragón, un evento acompañado siempre por truenos, rayos y  lluvias torrenciales.  Al respecto dice Vanakan Vardapet :  “Aseguran que al Vishap lo levantan.  Los vientos soplan en diferentes direcciones  y luego se encuentran.     Esto es un torbellino.  Si no se anulan uno con otro, van hacia arriba.  Sólo los tontos que observan esto se imaginan que es un dragón o cualquier otra cosa”.  Otro autor medieval afirma que “el torbellino es un viento que va hacia arriba.  Y que dondequiera haya un abismo o grietas o hendiduras, el viento entra en las venas de la tierra y en cuanto encuentra una abertura, se introduce como una nube condensada y con gran tumulto, desarraigando los pinos, llevándose las rocas y elevándolas con mucho ruido para luego dejarlas caer, y a esto lo llaman “la ascensión del dragón.”   Aunque en este punto es igualmente debatible que el dragón sea una simple personificación del torbellino, una vertiente de agua o una nube tormentosa.      Y también es importante señalar que al dragón se le rendía culto.   Eznik agrega que por haber hecho al dragón tan monstruoso y enorme,  Satanás obligó a los hombres a venerarlo.  Un culto similar, sin duda, al que se ofrecía a los espiritus malignos en muchas otras tierras y que no se diferenciaba mucho del que se la rendía a la serpiente.  Según este mismo autor, en tiempos sasánidas, se les permitía hasta a los magos celebraciones trienales al demonio basándose en que el mismo  era malvado por propia voluntad y no de naturaleza, que podía convertirse y comenzar a hacer el bien.  Todos estos ritos  tenían que ver con el temor, del mismo modo que el gallo y la gallina negros tan frecuentes en el folclore armenio como ofrendas apropiadas para aquietar a los espíritus malignos, una costumbre que posiblemente origina en el culto al dragón de antaño.  Por cierto, un testimonio definitivo con respecto a dicho culto se encuentra en los martirologios  y específicamente en la historia de Santa Hripseme.  Después de mencionar el culto al fuego y el agua el autor explica: “Y dos dragones, demoníacos y negros, fijaron su morada en una cueva en la roca, y allí sacrificaban a jóvenes vírgenes y mancebos inocentes.   Como los demonios disfrutaban tanto de estos sacrificios, del fuego y las vertientes sagradas, producían una visión maravillosa con  resplandores, temblores y enormes llamaradas de fuego.  Y abajo, en el valle, estaba todo lleno de serpientes venenosas y escorpiones”.                              

Rey Tiridates III de Armenia - c. 300 d.C
Finalmente, tenemos el mito muy conocido entre los armenios que habla de la sangre del dragón.  El mentado “tratado” entre el emperador Constantino y el rey armenio Tiridates III, un documento viejo y dudoso, indica que Constantino le presentó a su aliado armenio una lanza que había sido sumergida en la sangre de un dragón.    El rey Arshag, hijo de Valarshag, también tenía una lanza bañada en la sangre de los “reptiles” con la que podía perforar las piedras más duras.   Y se suponía que tales armas infligían heridas incurables.




Violeta Balián - 2012
Fuente: Mitología Armenia de Mardiros H. Ananikian (1925)